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Nuevo Centro de Interpretación en la Reserva Ecológica
A tono con los tiempos que marcan un auge del ecoturismo y la búsqueda de naturaleza incluso entre los más urbanitas, la Reserva Ecológica de Costanera Sur incorporó un nuevo Centro de Interpretación. Si hasta hace unos años buena parte de los porteños la imaginaba como poco más que un yuyal entre la ciudad y el río, esta impresión parece haber quedado atrás: senderos, miradores y un paisaje que muestra lo mejor de los humedales desafían esa idea.
Al día de hoy, el predio de 350 hectáreas recibe más de un millón de visitantes por año, incluido a un muy fanático de la naturaleza Paul McCartney, que hace un año aprovechó para recorrerla en bicicleta antes de su concierto en Buenos Aires. En ella conviven 343 especies de aves, casi un tercio de todas las de la Argentina y el 3% del total de aves del mundo. Y todo a menos de diez minutos de la Casa Rosada y el frenesí de la city porteña.
Según Clarín, para relanzar el Centro de Interpretación se unieron distintas reparticiones del Gobierno de la Ciudad: por un lado, la gerencia Reserva Ecológica de la Dirección de Espacios Verdes del Ministerio de Ambiente y Espacio Público. Por otro, el Ente de Turismo porteño, y finalmente, el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (COFECyT) y la subsecretaría de Planeamiento Educativo, Ciencia y Tecnología de la Ciudad.
A diferencia del anterior, el nuevo centro se propone como una presentación de las tres ecorregiones que coexisten en la zona: el pastizal, la espinal y la del Delta de Islas del Paraná. Con réplicas de animales –“no tenemos animales en cautiverio ni disecados aquí”, advierten- se ofrece a las visitas una muestra de lo que después será posible ver en los distintos senderos.
“Buscamos darle un mayor desarrollo a nivel interpretativo”, destaca Germán Ausina, gerente de la Reserva. “Nos faltaba esa impronta de área protegida que tienen los distintos parques nacionales”, agrega Milena De Benito, bióloga del área de Conservación y Manejo de Recursos Naturales.
Alcanza con adentrarse unos metros en el sendero para ver que fue más que una promesa. Un pequeño lagarto overo atraviesa el camino para refugiarse detrás de unas plantas.
En el paisaje vegetal compuesto por espinillos, tipas y curupíes se escucha, a lo lejos, el grito de un chajá. Más a lo lejos, unos árboles muestran sus flores lilas y amarillas. “Se llaman fumo bravo y son una especie fundamental para la reserva porque atraen a muchas aves fruteras como el celestino, el frutero azul o el frutero negro”, explica Simón Tagtachian, miembro del Club de Observadores de Aves de la Reserva Ecológica de Costanera Sur (CoaRECS) y un verdadero apasionado del avistaje.
Pero no es necesario contar con un equipamiento profesional para conocer a los habitantes autóctonos del lugar. Unos prismáticos simples bastan para contemplar, en la copa de un árbol, el descanso de una garza blanca. Sobre las plantas acuáticas que flotan en la Laguna de los Coipos (una de las tres de la Reserva), camina un grupo de jacanas o gallitos de agua: ligerísimos, son las únicos que pueden saltar de hoja sin hundirse. Al verlos buscar su alimento, casi es posible olvidar lo cerca que está la ciudad. Sólo al alzar la vista, la mirada se encuentra con el perfil de las torres de Puerto Madero.
Más adelante, el camino toma la forma de una selva en galería y crece la humedad en el ambiente. “¡Ahí está el nido!” exclama Simón. En la copa de un árbol, un hocó colorado cuida a su pichón, oculto a los ojos de los visitantes. “Les gusta mucho este lugar porque abajo en el agua hay anguilas criollas, que son su alimento”, explica el experto.
Del 1,1 millón de visitantes anuales que recibe el lugar, 25.000 son estudiantes de 260 escuelas, ávidos por contemplar animales. También están los visitantes “vacacionales” o “convencionales” –de paso por Buenos Aires-, en busca de naturaleza. A ellos se suman los runners, los ciclistas o los adeptos al movimiento mindful, que componen parte lo que en la Reserva llaman los “excursionistas”. También los “corporativos”, que aprovechan para distenderse entre reuniones de negocios.
Y, finalmente,están los visitantes “especializados”: científicos u observadores de aves. De hecho, este conjunto es uno de los más dinámicos y prometedores como público: los famosos “birdwatchers” constituyen un mercado potencial de 6.24 millones de personas en el mundo. Desde la Reserva señalan: “En general, este grupo nuclea a un segmento de turistas de alto nivel adquisitivo y con un gasto promedio en destino que asciende a los 3.000 dólares aproximadamente. Es decir, el triple del gasto promedio de un turista internacional en la Ciudad”.
De ahí que el Ente de Turismo tenga participación en las mejoras del Centro Interpretativo y en la relación con otros actores que componen el mercado. De hecho, ya funcionan programas mutuos de capacitación a guías de turismo y guías de la reserva. “Trabajamos con prestadores turísticos para que lo incluyan en sus propuestas”, explica Guadalupe Guerrero, subgerente de Calidad e Innovación del Ente. “Desde hoteles y restaurantes hasta agencias, tours en bicicleta, entre otros, los distinguimos con el sello verde de Directrices de Gestión Ambiental para Prestadores Turísticos”.
Las claves
– Conviene entrar por el acceso sur (avenida Tristán Achával Rodríguez 1550). El bus turístico para cerca de la entrada y a unos metros del nuevo Centro de Interpretación.
– La Reserva abre de martes a domingo y los días feriados. No abre los días de lluvia y posteriores. El acceso es libre y gratuito. Horario de invierno (de abril a octubre): 8 a 18. Horario de verano (de noviembre a marzo): 8 a 19.
– No se vende comida ni bebida, por lo que se aconseja ir preparado. Cada tanto hay bebederos para recargar botellas.
– También se aconseja ir con gorra, protector solar y repelente de mosquitos.
– Llevar binoculares para poder ver mejor la fauna y la flora del lugar.
– Está prohibido fumar, arrojar residuos, encender fuego y alejarse de los senderos habilitados. Tampoco se puede entrar con mascotas.
– Se puede ingresar con bicicletas. NR