Buenos Aires, 30/04/2024, edición Nº 3824
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Salidas

Instalación de Mauro Giaconi en La Gran Lámpara del CCK

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Si hace un siglo una obra de arte era un objeto único destinado a perdurar, hoy muchas veces no hay un único creador y las piezas más grandes, más imponentes y trabajosas pueden ser efímeras. Es el caso de Y me dicen que el sol brillará…, una instalación de sitio específico que realizó el artista argentino Mauro Giaconi en La Gran Lámpara del CCK, por la que durante los últimos diez días, con un equipo de seis ayudantes, dibujó todo el perímetro de la sala con una trabajosa técnica y la convirtió en un campo de piedras misteriosas. El dibujo de las paredes, que abarca 70 metros lineales, se hace borrando. Y en septiembre, cuando termine la exposición, todo se desvanecerá en el aire.

Giaconi vive en México desde hace seis años, y viajó para dibujar día y noche. Con grafito, goma de borrar y productos de limpieza fueron construyendo un patrón entre geométrico y abstracto, con huellas, accidentes y trazos personales de los ejecutantes. Las rocas son en realidad bolsas de supermercado recicladas, teñidas a mano con grafito en polvo por frotación. Pero el espectador tarda unos instantes en advertirlo: el impacto al ingresar en la muestra es de calma, extrañeza o sigilo, según retumbe en cada uno.

«Son dos instalaciones diferentes que entran en diálogo. El mural es un ejercicio de intervenciones en la arquitectura que vengo trabajando desde 2011, que se adapta a cada espacio. Es un proceso de construcción de imagen a partir de superposiciones: dibujar, borrar, y con la reacción de ese borrado volver a dibujar encima, y así sucesivamente. Eso le da cierta autonomía a la imagen, y cada uno de los dibujantes le va dejando su impronta, más allá de que estén dirigidos por mí. Y así la obra va ganando profundidad y capas. De lejos, hay una imagen que predomina, pero en primer plano se reconocen trazos. La obra tiene que ver con la idea de la memoria, el rastro, el residuo», explica Giaconi.

El resultado es un paisaje borroso para ser transitado, de un gris sombrío, pero que, según el título, alberga la esperanza de un nuevo amanecer. En el Museo Universitario del Chopo, en México, realizó una exposición titulada Desde el fondo del tiempo, que es un verso de una canción de Alfredo Zitarrosa, «Adagio en mi país«. Y me dicen que el sol brillará… es el verso que le sigue. «Estamos en un lugar muy oscuro ahora», señala.

La Gran Lámpara aportó su sello: «Es una fosa, un espacio hacia abajo, pero está flotando en el aire. Ni arriba ni abajo. Eso me gustó mucho. De ahí la salió la idea de dibujos como mantras, compuestos en un 95 por ciento por líneas verticales.»

Las piedras bolsa suman otra tensión, ni pesadas ni livianas. Paisaje lunar… o desolado vestigio de cascotes tras una protesta social. «Tiene otro sentido si se piensa en la plaza que está acá tres cuadras -dice, por la Plaza de Mayo-. Trato de no ser ilustrativo. Mi intención es trabajar con la percepción, las tensiones, la apariencia… Construir un medio ambiente reconocible pero dislocante que involucra al cuerpo del otro.»

«Es un trabajo muy físico porque el material tiene su resistencia», dice Gonzalo Silva, uno de los jóvenes de delantal azul y dedos ennegrecidos que trajinan con grafito, regla y goma las paredes. Los demás son Paula Castro, Andrés Martínez, Daniel Alva Torres, Fernando Sucari y Florencia Frías. El primer día Giaconi lanzó una consigna y cada uno dibujó a su estilo. Luego fueron buscando un promedio de estilos entre todos. «Se trata de confiar en el otro. Llega un momento en que la imagen se resuelve, pero mientras tanto no funciona, no tiene fuerza. Depende de toda esta acumulación de historias y momentos. Tengo ya ciertas estrategias para armar grupo y transmitir hacia dónde quiero ir. La imagen deviene de una experiencia. Inevitablemente, tenés que involucrar al otro. Está implícita la idea de subjetivar la representación, el gesto solemne. La técnica se termina convirtiendo en autónoma. Es como un cadáver exquisito, con una guía. Un ejercicio obsesivo, que se empapa en el contexto y trata de entender una situación incomprensible. Construir entre tanta destrucción», explica el artista.

Giaconi tiene familia uruguaya, pero es argentino. Se crió en Parque Chacabuco y, después de estudiar algunos años Arquitectura, se recibió en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, hoy UNA. Trabajó en la restauración de edificios históricos, como la Casa Rosada y el Palacio de Tribunales. Vive en México desde 2011, donde formó una familia, tiene una galería que lo representa (y otra en París) y un proyecto autogestionado en su taller, Obrera Centro. «Un espacio que juega con la idea de comunidad, encuentro y experimentación. Tenemos una cocina industrial y una biblioteca popular de herramientas, la Herrateca, donde damos cursos y prestamos desde molinos de maíz hasta sierras e impresoras 3D. Nada es permanente. La de México es una comunidad artística generosa, con un mercado más internacional», cuenta.

Antes del cierre, habrá un ciclo de intervenciones de artistas invitados a «vulnerar» la obra. Y después, una mano de pintura blanca dejará los dibujos en el pasado. A la vez, otra obra se exhibe en Denver, en el Boulder Museum of Contemporary Art, la instalación Cae a plomo: «Armé esta nueva pieza con la piel del muro que arranqué de otro mural». Otra vez, su destino es fugaz. Giaconi lo consiente: «Hay que aceptar la catástrofe. Incorporarla y hacerla propia. La idea de memoria se potencia en este carácter experiencial».

Para agendar
Y me dicen que el sol brillará… En la sala La Gran Lámpara del CCK (Sarmiento 151, 6° piso). Hasta el 10 de septiembre, de miércoles a domingos y feriados, de 13 a 20. Entrada gratuita. NR


Fuente consultada: La Nación

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