Buenos Aires, 27/12/2024, edición Nº 4065
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El misterio del kiosco de diarios de la esquina de Le Parc que no volvió a abrir tras la muerte de Nisman

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Los vecinos de Puerto Madero no hablan mucho en el expediente donde se investiga la muerte del fiscal Alberto Nisman. Eso que sucede en las películas -una pareja de policías recorre el barrio del crimen, habla con la gente, anota los detalles en una libreta y deja una tarjeta tras decir «si recuerda algo no dude en llamarnos»- no suele encajar en la realidad de las investigaciones argentinas. Aún así, algunos vecinos del barrio recordaron algo.

Detalles para anotar en una libreta sobre el canillita que le llevaba los diarios a Nisman.

Un hombre llamado Jorge Pierrestegui dijo que le había llamado la atención el diariero que trabajaba en una de las esquinas del complejo Le Parc (Aimé Painé y Azucena Villaflor) -donde vivía Nisman- por dos cosas: siempre tenía poco material para vender y, además, «era un hombre muy formado y muy informado sobre todo, política, economía, todo…».

Este mismo vecino contó que, al día siguiente de la muerte de Nisman, el kiosco de diarios amaneció cerrado. Que estuvo así durante unos seis meses, hasta que un día vio el kiosco abierto y fue a preguntarle a su dueño qué le había ocurrido.

Entonces dijo que el comerciante le respondió «con evasivas», y que luego volvió a cerrar y no abrió nunca más. Hoy sigue cerrado.

Otra vecina, Graciela Champin, dijo que varios de los habitantes del complejo donde vivía Nisman habían intentado evitar la instalación del puesto de diarios en esa vereda por «cuestiones estéticas», pero que no pudieron impedirlo.

Por eso mismo, sostuvo esta mujer, el kiosco prácticamente no tenía clientes en Le Parc y, desde el punto de vista comercial, «estaba medio muerto».

Ella también describe al kiosquero, pero agrega que, algunos días, también vio en el lugar a una mujer.

Tras estos testimonios, la justicia pidió informes sobre el comercio a la Dirección General de Ordenamiento del Espacio Público del Gobierno de la Ciudad. Respuesta: el kiosco no figura en los registros con ningún permiso otorgado ni vigente a enero de 2015, cuando hallaron muerto al fiscal.

Fuentes del caso dijeron a Clarín, sin embargo, que el kiosco se instaló en esa vereda en marzo de 2009, tras una curiosa presentación judicial: el dueño habría pedido el traslado tras un recurso de amparo por la situación de inseguridad que sufría en su parada anterior, en el barrio de La Boca.

Las mismas fuentes aseguran que las acciones legales continuaron hasta diciembre de 2015. Recién ahí, cuando Nisman llevaba muerto casi un año, la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal le reconoció al kiosquero que había iniciado la demanda el derecho a trabajar. Antes de eso, el kiosco no tenía la habilitación del Ministerio de Trabajo ni se podía tocar el puesto.

Entonces ¿quiénes se instalaron allí, en la esquina desde donde se ve perfectamente y a menos de 30 metros todo el movimiento de entrada y salida de las torres Le Parc, durante varios meses de 2014 hasta enero de 2015?

Mientras ocurría, adentro del complejo trabajaban dos agentes de Prefectura, en forma rotativa. Uno cumplía funciones de «policía adicional» contratado por la administración de Le Parc -como cualquier comercio contrata a un policía federal en cualquiera de los otros barrios de Buenos Aires-; y el otro había sido asignado en 2013 como consigna de Prefectura para proteger a Nisman.

Este agente debía avisar cada vez que Nisman entraba y salía del edificio donde vivía, pero hasta hoy no se sabe a quién le avisaba ni por pedido de quién.

Entonces, ¿este prefecto protegía a Nisman o lo espiaba?

La función la cumplían varios agentes en distintos turnos, pero al fiscal Eduardo Taiano -actualmente al frente de la investigación del caso- le llama la atención que muchos de ellos «no sabían ni quién ni cómo era Nisman».

Varios de esos prefectos de guardia declararon que, hasta que no se lo señalaron los vigiladores de Le Parc, ellos no conocían al fiscal. Y que el fiscal no los conocía a ellos.

También aseguraron no tener idea de qué hacía su comando -la Jefatura de Seguridad de Prefectura en Puerto Madero– cuando ellos informaban los movimientos de Nisman.

Hay más. El jefe de todos ellos, un prefecto llamado Antonio Pascal, declaró «desconocer» que los prefectos que estaban de consigna en Le Parc debían dar dichos avisos. Se le preguntó entonces si él sabía que los agentes que estaban a su cargo debían informar a su base cada vez que Nisman entraba o salía de su casa. Contestó: «Que yo tenga conocimiento… no». Y él era el jefe.

A esa altura, esta «consigna» para supuesta protección de Nisman que no conocían ni el propio Nisman ni el jefe de Prefectura a cargo de la zona, ya trabajaba en la vereda del complejo Le Parc. Es decir, en la parte de afuera.

Ahí mismo, el prefecto Miguel Angel Gómez dijo haber visto a «un efectivo integrante de la brigada de Inteligencia de Prefectura sentado en un banco, vestido de civil…».

Lo vio por única vez, y durante aproximadamente media hora, el sábado 17 de enero de 2015.

Vaya casualidad. Ese mismo día, Diego Lagomarsino llevó el arma que luego mataría al fiscal que cuatro días antes había denunciado a la presidenta Cristina Kirchner por encubrir el atentado a la AMIA.

Nisman fue hallado muerto el domingo 18 a la noche. El lunes 19, el kiosco de revistas ya amaneció cerrado.

El agente de inteligencia fantasma -que nunca se presentó a declarar en el caso- fue visto a pasos de ese kiosco que casi no vendía diarios, estaba abierto en ese momento sin permiso de la Ciudad ni habilitación judicial, cerró tras la muerte del fiscal y no abrió nunca más.

El kiosco que sigue cerrado hasta ahora, aunque la justicia le dio hace ya dos años el permiso para trabajar normalmente. NR


Fuente consultada: Clarín

 

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