Buenos Aires, 20/11/2024, edición Nº 4028
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¿Enseñar con o sin computadora?

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El Director técnico de Ebay, en Los Altos, california, envía a sus hijos a un colegio local de nueve salas de clases. Lo mismo hacen empleados de gigantes de Silicon Valley como Google, Apple, Yahoo y Hewlett-Packard.

Sin embargo, las principales herramientas de enseñanza del colegio son todo menos alta tecnología: lápices y papel, agujas de coser y, ocasionalmente, barro. Ni un computador a la vista. Absolutamente ninguna pantalla. No se permiten en el aula, y el colegio observa con gesto torcido su uso en casa.

Los colegios de todo el país se han dado prisa en dotar a sus aulas de ordenadores, y muchos altos cargos de educación opinan que no hacerlo sería una estupidez. Pero en el epicentro de la economía tecnológica, lo que encontramos es el punto de vista contrario: ordenadores y escuela no casan.
Estamos en el Colegio Waldorf de Península, uno de los 160 colegios Waldorf del país que suscriben una filosofía de enseñanza centrada en la actividad física y el aprendizaje a través de actividades creativas y prácticas. Los que apoyan este enfoque dicen que los ordenadores inhiben el pensamiento creativo, el movimiento, la interacción humana y que distraen.

El método Waldorf nació hace casi un siglo, pero su huella aquí entre la élite de las comunidades virtuales y la industria informática, hace evidente el intenso debate sobre el rol de los computadores en educación.

“Me opongo categóricamente la idea de que se necesitan ayudas tecnológicas en la enseñanza media”, dice Alan Eagle, de 50 años, cuya hija Andie es uno de los 196 niños en la Escuela Infantil Waldorf y cuyo hijo William, de 13 años, es alumno del colegio de enseñanza media que está cerca. “La idea de que una aplicación en un iPad puede enseñar mejor a mis hijos a leer o hacer cálculos aritméticos es ridícula”.

Computadoras sin justificación

Algunos expertos en educación señalan que las presiones para equipar las aulas con computadores son injustificadas, porque los estudios no muestran mejores resultados en los exámenes ni ninguna otra ganancia mesurable.

¿Es mejor aprender con fracciones de pastel y cosiendo? El Waldorf dice que es difícil de comparar, en parte porque ellos, como colegio privado, no hacen los exámenes estándar en niveles infantiles. El Waldorf reconoce que sus estudiantes de primeros grados no lo harían bien en esos exámenes porque, dicen, no les taladran con el currículo estándar de matemáticas y lectura.

Cuando se les pregunta por evidencia sobre la efectividad de su metodología, la Asociación de Colegios Waldorf de Norteamérica apunta al estudio de un grupo filial que muestra que un 94% de los estudiantes que se graduaron de los colegios Waldorf en Estados Unidos entre 1994 y 2004 ingresaron a la universidad, y muchos de ellos fueron admitidos en instituciones de prestigio como Berkeley.

Obviamente los números no sorprenden: estos estudiantes proceden de familias que valoran la educación lo suficiente como para elegir selectos colegios privados, y normalmente tienen los medios para pagarlos. Es difícil separar los efectos de los métodos instructivos de baja tecnología de otros factores. Por ejemplo, los padres del Colegio de Los Altos dicen que éste atrae a grandes profesores que pasan por una intensa fase de aprendizaje usando la metodología de los Waldorf,  y que esto crea un fuerte sentimiento de “misión” del que carecen otros colegios.

A falta de evidencia clara, el debate se reduce a la subjetividad, a la elección de los padres, y a las diferencias de opinión acerca de una palabra: compromiso. Los que abogan por equipar los colegios con tecnología dicen que los computadores mantienen la atención de los estudiantes y que, de hecho, los jóvenes que se han destetado con dispositivos electrónicos no se manejan sin ellos.
Ann Flynn, Directora de Tecnologías Educativas de la Asociación Nacional de Consejos Escolares, que representa a los consejos escolares de todo el país, dice que los computadores son esenciales: “si los colegios tienen acceso a las herramientas y se las pueden permitir, pero no las usan, están engañando a nuestros niños”.

Paul Thomas, anteriormente maestro y ahora profesor asociado de educación en la Universidad Furman, la más prestigiosa de Carolina del Sur, y que ha escrito 12 libros sobre métodos educativos en la escuela pública, no está de acuerdo: “poca tecnología en el aula favorece el aprendizaje”.

“Enseñar es una experiencia humana”, dice. “La tecnología es una distracción cuando lo que necesitamos es alfabetización, conocimientos de cálculo numérico y pensamiento crítico”

Y los padres de los Waldorf argumentan que el compromiso real se consigue con buenos profesores y programaciones didácticas interesantes.

Fuente: Mundo nuevo

 

 

 

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