Buenos Aires, 19/04/2024, edición Nº 3813
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Cada vez más perros y caballos ayudan en procesos terapéuticos

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El 7 de agosto de 2013, mientras vivía en Singapur, a María Masino le diagnosticaron, por una colonoscopía, cáncer de colon en fase cuatro, con metástasis en el hígado y pulmón. Tenía 38 años. «En una carrera contra la muerte, me operaron desde las 12 de la noche hasta las cinco de la mañana», recuerda.

Tras el post-operatorio, volvió a instalarse en Buenos Aires luego de trece años en el exterior, para comenzar con su tratamiento oncológico. «Cuando llegué, no tenía posibilidades de sobrevivir: ni siquiera un 1% de chances de llegar a una segunda cirugía. Los primeros tres meses de la enfermedad fueron muy oscuros, no había ningún vínculo social que me pudiese sacar del pozo«, cuenta María, que hoy tiene 40 años y es mamá de Sophia, de cuatro. «De a poco, fui escuchándome, haciendo una purgación entre lo que me hacía bien y mal. Y una de las cosas que siempre me hizo mucho bien, fue el contacto con los caballos». Su papá, Anselmo, había sido veterinario de caballos de carrera; y, desde muy chica, ella lo acompañó en su trabajo. Aunque era una amazona experimentada, su enfermedad le impedía volver a saltar (su gran pasión), y decidió empezar con equinoterapia en el Hipódromo de Palermo. «Desde ese momento, los caballos fueron mi pulsión de vida», asegura con voz firme.

Las intervenciones asistidas con animales (IACA) – aquellas que intencionalmente incluyen o incorporan animales como parte de un proceso terapéutico- son una tendencia que, en los últimos años, creció de forma notable, abarcando diversos ámbitos. Así lo explica Susana Underwood, veterinaria, responsable de la cátedra de IACA en la Facultad de Veterinaria.
Según la especialista, si bien el registro de los efectos benéficos que el trabajo con animales tiene para las personas se remonta a la antigüedad, en las últimas décadas se incrementó notablemente el uso de este tipo de intervenciones.

“No existe una legislación nacional que las regule, estableciendo requisitos tanto para las personas que las llevan adelante como para los animales que se usan. Esto hace que, muchas veces, sean realizadas por gente sin formación, con los riesgos que esto conlleva”, advierte Underwood.

Con respecto al número de organizaciones e instituciones que ofrecen este tipo de actividades, sostiene que “se estima que existen más de 700 centros que se dedican a intervenciones con caballos en todo el país”.

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Múltiples beneficios
Las IACA incluyen, entre otras áreas, las terapias (dirigidas por un profesional de la salud) y las actividades (interacciones recreativas, motivacionales o lúdicas). Underwood destaca que los animales que participan de estas prácticas (principalmente, caballos y perros) actúan siempre como “facilitadores”, pero “es importante subrayar que no curan”.

“No estoy de acuerdo con quienes dicen que el animal es un coterapeuta”, opina. Además, afirma que la base de estas intervenciones es el vínculo con los animales, por lo que no deben imponerse a personas que no están interesadas o no sienten empatía con aquéllos.

Entre los beneficios, las prácticas con animales pueden generar interés por actividades grupales y oportunidades de intercambio, reducir la ansiedad o el estrés, y aumentar la motivación para realizar tareas cotidianas o cumplir tratamientos. Además, incentivan la estimulación multisensorial y cambian de lugar a quien tiene una discapacidad o enfermedad: ellos pasan del rol de ser cuidados (destinatario de varios tratamientos) al de cuidadores.

Uno de los principales objetivos que se propuso María al comenzar equinoterapia, fue llegar física y mentalmente fuerte a la segunda cirugía de alta complejidad que debió afrontar. Y lo consiguió. «Una tarde, cuando el profesor nos sacó a la pista, vi con absoluta claridad, en esa inmensidad, que tenía que volver a tomar las riendas de mi vida, por más duro y doloroso que fuese el desafío», confiesa. Esa experiencia, fue definitiva: «Salir de una cirugía o de una quimioterapia y poder subirte a una bestia de 700 kilos, te empodera como persona y paciente. Es como decirle a la enfermedad: `Yo puedo con vos. Y sino puedo vencerte, puedo cohabitar, te puedo direccionar´. Fue la primera vez en mucho tiempo que empecé a sentirme bien».

Según María, aprender a cohabitar con el cáncer de colon es un trabajo de todos los días. «La actividad ecuestre te saca de tu zona de confort, te empuja a superar los obstáculos, a intentar todo el tiempo, a concentrarte en el desafío», cuenta. «Es toda una escuela: las dos primeras cosas que aprendes, son que montar implica en algún punto un riesgo de vida y que si te caes, tenés que volver a levantarte». NR

Algunas cifras del fenómeno
• 700 son los centros de equinoterapia en el país (el número es aproximado porque no existen registros oficiales).

• 79 presos participaron de Huellas de Esperanza. Adiestran a perros que son entregados a personas con discapacidad. NR

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