Buenos Aires, 29/03/2024, edición Nº 3792
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Cultura

La muestra de Julio Le Parc en el CCK ya es una de las más visitadas en la historia argentina

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El CCK es, por estos días, sinónimo de Julio Le Parc. Es que su muestra, a la que hasta el 18 de noviembre se ingresa gratuitamente, es un batacazo. Al menos así la definen sus organizadores por los pasillos del centro cultural. Con más de 400 mil visitantes en cuatro meses está entre las exposiciones de arte más exitosas y visitadas de la historia argentina. La exhibición Julio Le Parc. Un visionario abarca tres mil metros cuadrados, en cuatro pisos. Y reúne 160 obras, desde gouaches y acrílicos sobre telas hasta esculturas lumínicas, instalaciones móviles, obras de luz y un espacio de realidad virtual.

Pero además de mostrar esta retrospectiva -¿la traducción plástica de su vida?- el artista mendocino se sentó a charlar de su biografía con el curador Rodrigo Alonso. Una charla que fue posible, en parte, gracias al Obelisco. Es que el artista, que vive en París desde 1958 cuando se fue por una beca y terminó asentándose allá, ya había estado en el país en la inauguración de esta muestra y en los homenajes en el Bellas Artes y el Teatro Colón: no tenía planeado volver tan pronto. Pero una idea a contrarreloj –la de hacer proyecciones sobre la fachada del monumento ubicado en la 9 de Julio durante la Noche de los Museos– lo hizo regresar.

Y acá está, a punto de hablar frente a unas 250 personas que, previo retiro de entradas, se acercaron al CCK para escucharlo. Ingresaron al salón con un numerito, un poco para mantener cierto orden y otro poco porque eso en cuestión servirá, al final del encuentro, para un sorteo de dos libros sobre Le Parc. El premio no es menor, si se tiene en cuenta que esos ejemplares tienen un valor de entre mil y tres mil pesos.

Sobre una pantalla, Alonso pasa fotografías, introduce temas y hace preguntas. Ahora pone una imagen de Le Parc de chiquito, junto a su mamá y hermanos. Alonso le pregunta a Julio si siempre supo que quería ser artista. “No. Cuando crecí, en la escuela me consideraban un buen dibujante para hacer decorados y dibujos de próceres o escarapelas. Por eso, mi mamá me orientó a que hiciera estudios de Bellas Artes”, cuenta este hombre nacido hace 91 años en Palmira, Mendoza, y secundado desde las primeras filas del salón por Yamil y Juan, dos de sus tres hijos.

Cuando la foto lo muestra a los 18 años – cuenta Clarín – la platea suspira y se escucha un “¡qué hermoso!”. Ahora Le Parc habla del GRAV (Grupo de Investigación de Arte Visual, por sus iniciales en francés), formado en 1960 con la idea de experimentar con el arte: “Era un momento de búsqueda. Conseguimos un garage sucio en París y lo fuimos transformando en nuestro lugar de trabajo”.

Luego, vino la experimentación con las cajas con luz y cómo hacer arte con movimiento: “No era por hacer cajitas de luz, sino que era lo que sentía, era la problemática que me planteaba. Y lo hice sin conocimientos. Primero experimenté con linternas o con las lamparitas de la casa”.

Con los laberintos, cuenta Le Parc, quiso hacer un arte inmersivo y cómplice de la percepción del espectador. Su interés siempre fue involucrar al que observa en la obra, hacer un arte participativo, sensorial y, en algún punto, lúdico. Algo muy presente en esta exposición, en la que hay propuestas interactivas, lo que explica gran parte de su éxito.

Hasta que llegó 1966, el año de su consagración. El crítico y promotor de arte Jorge Romero Brest decidió mandar un solo artista a la Bienal de Venecia y, con su arte, Le Parc ganó el Premio Internacional de Pintura… sin que hubiera ni una sola pintura expuesta.

Un día, en París, salimos a la calle, para cortar un poco la rutina. Era la época de los happenings. Pusimos cajas y veíamos lo que hacía la gente. Se paraba en ellas, interactuaba, zapateaba. Y era la gente de la calle, no de los museos o galerías”, recuerda según Clarín este pionero del arte cinético en todo el mundo.

El subsuelo del CCK exhibe la La tortura, el arte con el que Le Parc buscó denunciar lo que sucedía en América Latina en otros tiempos: la tortura como método de gobierno para los militares. Una joven del público quiso saber qué pensaba de la situación actual del Cono Sur, después de las revueltas de Chile, Ecuador, Venezuela y Bolivia (Cuando todavía no habían derrocado a Evo Morales). “Lo que siento es que Estados Unidos quiere imponer políticas y gobiernos que le sean sumisos y mantener a América Latina como su patio trasero. Lo consiguieron también en el arte: el poder económico impone cuáles son las mejores y más caras obras de arte. Pero no siempre es cierto. Si se deja que el arte contemporáneo sea valorado por quienes tienen dinero, el resultado es una valoración falseada de la realidad”, dice y el auditorio lo aplaude.

Lo de experimentar con luz desde hace medio siglo tiene algo de paradójico en este momento de la vida de Le Parc: desde que lo operaron de cataratas, este hombre lleva gafas negras –que levanta y baja como una visera– para soportar mejor ciertos reflejos o efectos de la luz en sus ojos.

Para el final de la charla, queda la visualización en pantalla del proyecto Obelisco y sus mil y una proyecciones virtuales. Le Parc experimenta con el arte virtual, mucho antes de que apareciera ese concepto: tiene más de cien obras con la palabra “virtual” en el título, desde los ’50 hasta la actualidad. El artista pedirá, llegado a este punto, que apaguen la luz y, aunque los organizadores renieguen con handies en la mano, a un experto en esto como él no habrá mucho que discutirle. NR

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