Buenos Aires, 20/04/2024, edición Nº 3814
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El pochoclo, la clave del negocio del cine

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Puede ser dulce, salado, con caramelo o picante. Algunos le dicen palomitas de maíz, otros pochoclo, popcorn o pororó. Lo cierto que es que se convirtió en un acompañante clásico del consumo cultural moderno. Pero lo que nunca se imaginó es que el pochoclo sería el motor económico del cine y que significaría la mitad de los ingresos de las salas.

La clave del negocio está en los bajos costos del maíz. Incluso, muchas cadenas lograron acuerdos regionales con los productores para aumentar el margen de ganancia. Un importante empresario de la industria reconoce off the record que el costo promedio de un balde de pochoclo es de $ 1,60. ¿El precio de venta? Ronda los $ 50. Si es con bebida, llega a $ 100.

«El cine no es rentable si te enfocás sólo en la película», sentencia Juan Pablo Orellana, reconocido consultor de las cadenas de cines sudamericanas. «En la Argentina, la recaudación por la venta de pochoclos y gaseosas es de US$ 100 millones por año y, con una buena administración, la rentabilidad puede llegar a ser hasta del 80%«, agrega. Sin embargo, lo que hoy parece ser parte imprescindible para el negocio de los multicines surgió como una astucia coyuntural. El hábito es heredado de los Estados Unidos, donde las salas comenzaron a probar distintas alternativas comerciales para hacer frente a la crisis del 30. Al ver que los espectadores compraban comida antes de ingresar, decidieron ofrecer pochoclos y gaseosas dentro de las salas. «El éxito los sorprendió tanto que después los multicines construyeron su modelo económico alrededor de las palomitas», escribe el sociólogo francés Frédéric Martel en su libro Cultura Mainstream.
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La Argentina es el tercer país de América latina con más asistentes a sus salas de cine, después de México y Brasil. En lo que va de 2015 ya hubo 22 millones de espectadores, dos millones más que en todo 2014. Esa diferencia se refleja en la recaudación, que ya supera los $ 1300 millones, un 60% más que el año anterior, según publica la consultora especializada UltraCine.

De hecho, a la hora de atraer espectadores todo vale: el descuento con el banco, con el diario, con la SUBE o con la factura de gas. Lo importante es que los asistentes compren su pochoclo y su gaseosa. «Había premios para los que más combos vendían. La ganancia del cine está en la comida», afirma un ex gerente de sala que prefiere no revelar su identidad. Y agrega: «Un sábado a la noche, una cadena puede llegar a vender unos 500 kilos de popcorn».

En los Estados Unidos el mercado es tan grande que una de las principales cadenas de cines, el gigante Cineplex-Odeon, compró la marca de pochoclo Kernels Popcorn. En el mercado local, tanto Cinemark como Hoyts y Village no quisieron participar del artículo.

Pero ¿todas las películas son iguales? No, las más rentables son las animadas, donde además de ser -literalmente- pochocleras, tienen una fuerte presencia de merchandising. «Sólo 20 películas al año generan el 60% de la recaudación», ejemplifica Orellana.

Para entender la importancia de la venta de pochoclos es necesario explicar cómo se desglosa el valor de una entrada. El 55% del total es para la distribuidora, el 10% va al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y otro tanto a Argentores, Sadaic -que es la Sociedad Argentina de Autores y Compositores– e impuestos varios. El exhibidor se queda con el 20% del valor de la entrada. Es por esto que el rol de la venta de comida, en general, y de pochoclo, en particular, es fundamental para la rentabilidad del exhibidor.

En este sentido, lo que pareciera ser meramente un acompañamiento ocasional de una película, en realidad se trata de un alimento milenario que algunos historiadores adjudican a los egipcios y, otros, a los primeros habitantes de América. Es un tipo de maíz llamado pisingallo, que, al ser expuesto a temperaturas elevadas, rompe su cáscara y por el sobrecalentamiento de la humedad interna se produce una masa esponjosa de color blanco.

Un capítulo aparte merece la venta del maíz pisingallo, el único que puede utilizarse para realizar pochoclo. «La Argentina es el primer exportador, con un promedio de 220.000 toneladas al año», relata Sergio Casas, presidente de Snack Crops, una de las principales empresas locales. «En los años 90 las primeras cadenas de cine traían todo desde el exterior, hasta el maíz, y, hoy, consumen 6000 toneladas», expone orgulloso Casas, quien trabaja en la industria desde 1989.

Exportar la fórmula

Entre 2012 y 2014, el país exportó maíz pisingallo a los Estados Unidos y marcó un hito dentro del rubro. De cierta forma, significó venderle la fórmula secreta a su creador. Esto fue por la gran sequía que hubo aquellos años. Hoy, el principal comprador del maíz local es India, seguido por Egipto, Emiratos Árabes y Perú, en ese orden.

Lo cierto es que un canapé de los precolombinos se convirtió en un modelo de negocio casi  casualidad. Quién hubiese dicho que el verdadero protagonista no está en la película, sino en un gran balde de cartón ploteado y que muchas veces termina tirado en la alfombra. El pochoclo está listo. Comienza la función.

Actor principal

Cien son los millones de dólares que factura por año la venta de pochoclos y gaseosas en las salas de cine de la Argentina.

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Fuente: La Nación

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