Buenos Aires, 29/03/2024, edición Nº 3792
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Salidas

«Democracia en obra» en el CCK

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La nueva muestra llamada «Democracia en obra», inaugurada el Centro Cultural Kirchner, abre al público en forma de conceptos asociados a la democracia como idea rectora, estos tres –el cuerpo, el dinero, el modo en que habitamos- se desprenden como los más singulares o llamativos, ya sea porque los demás –el territorio, la historia colectiva, el lenguaje público, por caso- han sido ya revisitados con algo más de frecuencia; porque nos interpelan desde el más actual de los presentes.

Esta exposición integra el trabajo de 25 artistas argentinos con otros de 11 creadores latinoamericanos y europeos, y cada sala es presentada por preguntas, reflexiones, y citas de intelectuales –como el pedagogo brasileño Paulo Freire, el intelectual peruano Juan Carlos Mariátegui o el activista y después presidente sudafricano Nelson Mandela- más cercanos a la disidencia que a la hegemonía ideológica.

Mientras el dinero y el espacio (o el habitar) tienen salas específicas, la cuestión del cuerpo se trama sala a sala, contaminándose de todas e impregnando a su vez los temas más disímiles. Sin pompas ni grandes anuncios, el cuerpo, espacio político por excelencia de la vida contemporánea, aparece en todas las obras.

Cada uno tiene el mismo sueño se llama la pieza de Margarita Paksa que da nombre al sector dedicado al tema del dinero. A la serie de ocho fotos que la artista argentina realizó en 1998 –y sobre las que montó frases que suenan a eslogan, a publicidad, a sueño americano estallando sobre un código de barras- se suman rudimentarios afiches de Mal del Plata, una ciudad ficcional que Federico Peralta Ramos fundó, amparado en la ironía del mero gesto y los juegos de palabras.

A pocos metros el dólar gigante que el grupo Mondongo realizó en clavos e hilo plateado ocupa el centro del espacio -triste metáfora de nuestra realidad cambiaria-. Y mientras los Doscientos pesos fuertes que Cristina Piffer imprimió en sangre vacuna son la definición más amargamente clara de la historia de nuestra economía –fraguada con sangre, y no sólo de vacas- acaso sea, paradójicamente la obra de una francesa (Liv Schulman) la que defina con mayor claridad la sensación de líquido vacío que todos los argentinos, acechados por el fantasma constante de la inflación, sentimos en relación al dinero: Schulman decide cambiar a distintas monedas el monto que recibe como premio en una beca, tantas veces hasta que la suma se reduzca a cero, y registra en un video el proceso, en el cual además de su bolsillo es su integridad psicológica la que languidece.

Físico, certero, En estado puro, la instalación de Carlos Herrera, nos ofrece el primer choque contra la pregunta sobre el habitar a lo largo de la muestra. El artista configura un espacio a partir de restos. Trapos, platos, cáscaras de huevo, un libro del filósofo inglés David Hume, un nido vacío. Todo confiere la sensación de que hay una presencia inminente, alguien ha estado aquí y ahora no está. Ante los fragmentos domésticos de esta vida sentimos inevitablemente la inquietud de todo voyeur: estamos asistiendo a un espectáculo íntimo. Algo de morbo, también de desolación, nos alcanza, porque lo que vemos nos enfrenta con la sensación de abandono, el margen, el deterioro, un habitar deshabitado, abandonado, animal, menos cercano al hogar que al acopio.

También del habitar como margen (o mejor dicho: de los márgenes del habitar) nos habla la obra de Martín Carrizo. Las maquetas de su serie En construcción funcionan como una suerte de lado b de las casas de muñecas. Reproducciones a escala de edificios sin terminar, que con sus ladrillos a la vista, sus ventanas tapiadas y sus escaleras que no conducen a ningún lado, emulan las decenas de edificios en las mismas condiciones (símbolo y síntoma de las recesiones cíclicas de nuestra economía) que decoran el paisaje de las grandes ciudades. Provisorios tristemente eternizados, precario resguardo de todos aquellos que encuentran, en la humedad de sus paredes, un cobijo para la intemperie a la que el sistema los condena.

Y mientras Karina Granieri dibuja geometrías, aparentemente ingenuas, con frazadas vaciadas de cualquier posibilidad de dar abrigo (puesto que la artista trabaja sólo con sus ribetes) evocando la marginalidad desde la materia directa (la frazada como objeto asociado a la noche en la calle) en Salón el francés Pierre Ardouvin desplaza el eje de lo marginal reproduciendo un típico living de la clase media… en el que todo parece haber sido alcanzado por un hachazo y partido a la mitad.

Con distintas materias y retóricas, cada obra señala el habitar desde aquello que le falta: el calor vital que diferencia el mero acto involuntario de estar vivo con la decisión afirmativa y consciente de vivir.

Los artistas Chiachio y Gianone trabajaron en las obras que integran la sala Celebrar la diversidad durante las primeras semanas de la muestra, montando junto a sus asistentes una suerte de taller abierto a la mirada y las preguntas del público. Bordadores exquisitos, militantes por la reivindicación de aquellas prácticas relegadas peyorativamente al ámbito doméstico, y también por el trabajo en equipo, los artistas rinden homenaje a través de una serie de telas realizadas con técnicas como el patchwork (retacería artesanal), a todos aquellos que, desde su vida y su obra, habilitaron la disidencia como modo de vida posible. De Liliana Maresca a Mariela Scafatti, artistas contemporáneos más o menos alejados en el tiempo, se hacen presentes en esta sala, con el eje puesto en la celebración de la libertad del deseo.

Desde una perspectiva distinta -más interesada en señalar las violencias contra ellos ejercidas- otras obras abordan el tema del cuerpo. Mientras en Kinderspelen –la instalación de esculturas de Juan Carlos Distéfano- aquello que de lejos parece un juego de niños se convierte en una serie de forcejeos y sometimientos (en los que la inocencia se torna macabra), en su video instalación No violarás la guatemalteca Regina Galindo reproduce la paciente confección de una pira en la que espera ser quemada. Una suerte de actualización de las antiguas quemas de brujas que pone de manifiesto cómo hasta hoy se extiende el clima de sospecha sobre el cuerpo femenino.

Tal como hizo el año pasado con la violencia y el anterior con la Argentina, el CCK invita ahora a profundizar -desde la perspectiva siempre próspera y nunca absoluta que el arte ofrece- en la que es, acaso, la idea con mayor carga simbólica y emocional de la vida cultural y política argentina de los últimos cien años.

Pero a 35 del final de la última dictadura –que marca el inicio del que es, hasta ahora, el período democrático más largo de nuestra historia reciente- Democracia en obra funciona, también, a modo de balance: el número redondo propone repensar qué cosas han cambiado y de qué modo, qué conceptos se han ampliado, qué libertades han encontrado cause y cuáles han encontrado límites. Como un juego de cajas chinas, la reflexión sobre la idea de democracia se abre a otras tantas reflexiones sobre otras tantas ideas. La “democracia en obra” del título encuentra, entonces, más de un sentido: es tanto una idea vuelta materia como una idea en construcción. También una idea que construye otras ideas, y en cuyo seno se despliega un modo particular de habitar, de vincularnos, de liberarnos, de someternos, en suma, de vivir.

Ficha
Democracia en obra. Con curaduría de Laura Buccellato, Ana María Battistozzi, Renato Rita y Gabriela Urtiaga.

Segundo y cuarto piso del CCK, Sarmiento 151. Miércoles a domingos y feriados, de 13 a 20.

Fuente consultada: Clarin

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