Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 3791
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Bienes Raices

César Pelli: «Lo mío fue compromiso, tesón y llevarme bien con la gente»

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Tras décadas de ser referente mundial en la arquitectura, ahora está al frente de la torre para el Banco Macro en Puerto Madero y fue distinguido Personalidad Destacada de la Cultura.

cesar pelli

César Pelli es arquitecto y trabajó 64 años en los Estados Unidos donde inscribió su nombre en la historia de la arquitectura. Ahora, a los 88 años, luego de monitorear su última obra en Puerto Madero -la torre para el banco Macro- recibió del gobierno porteño la distinción de personalidad destacada de la Cultura.

Consultado por La Nación, repasó los momentos que más lo marcaron en el exterior.

-¿Tuvo momentos difíciles, que pusieron su risa a prueba?

-Muchísimos. Fue difícil cuando recién casados no podíamos pagar el pasaje a Estados Unidos que nos faltaba. Había ganado una beca de posgrado para estudiar en Illinois y, en esa época, el rector de la Universidad de Tucumán me aconsejaba que no fuera: Perón estaba muy peleado con los Estados Unidos. «Ir allí le hará muy mal a su carrera; será una mancha», decía. Vendimos todos los regalos de casamiento y aún así nos faltaba dinero. Entonces, con mi mujer [Diana Balmori] nos fuimos al casino y apostamos todo. Fue una sola jugada a las decenas de la ruleta. Perdimos. Por suerte una tía lejana nos prestó el dinero. Allí, había noches en que lo único que comíamos era un pan tostado. Por la mañana, un tazón de cereal. Había muchas angustias, pero aún así recuerdo esa época como una de las más felices de mi vida.

-¿Qué debió postergar por su carrera?

-El contacto con la familia. Estuve seis años sin poder verlos. Les escribía cartas y rara vez hablábamos por teléfono: costaban una fortuna. Enseñé en Tucumán y en Córdoba, y luego concursé para hacer edificios municipales en Santa Fe. Si ganaba, había decidido quedarme en el país. Pero no gané. Dos años atrás, un arquitecto de allí me contó que mi trabajo nunca se juzgó: había quedado en el correo. Aquel era un buen momento, estaba Frondizi. Pero nos vimos forzados a regresar y nos establecimos en Michigan, con Saarinen otra vez. Nunca viví en Buenos Aires.

-Quizá por eso el éxito no lo cambió…

-[Ríe de nuevo]. Los edificios que hice no son tan importantes como la gente se imagina.

-¿Por qué?

-Qué se yo por qué, no lo son. Uno hace su trabajo lo mejor posible. Nada más. Qué pérdida de energía ser soberbio o jactarse por lo que uno hace. Lo mío ha sido tesón, compromiso y llevarme muy bien con la gente con la que trabajo. Tuve suerte, también. Tengo amigos a quienes se le presentaron chances similares a las mías y no las tomaron. Eran riesgos para ellos; para mí, oportunidades.

-¿Su vida profesional supone un antes y después de la ampliación del MoMA?

-Sí, no sé cómo me eligieron, no tenía ni un tablero de dibujo. Habían entrevistado a Ieoh Ming Pei, a los mejores arquitectos del momento. Así que no pensé que tuviera chances. Tuve que armar un estudio rapidísimo.

-¿Hay suficientes obras de Pelli en Buenos Aires?

-Podrían haber muchas más, y en otras provincias. El cepo lo impide. A la política argentina no la entiendo para nada.

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